Estas palabras me surgen a raíz del acoso
constante que vivimos la noche anterior a la huelga. Relataré un poco los
hechos. Pero sólo un poco, lo que me interesa es sacar de dentro los
sentimientos que quedan dos días después de aquello.
Los hechos demuestran el Estado policial en
el que vivimos. Salimos el miércoles por la noche, un poco antes de que dieran
las 00h, con la intención de pegar unos carteles a favor de la huelga. A los
pocos metros de salir de nuestro lugar de reunión, tuvimos un percance con el
primer coche policial que identificó a varios de nuestros compañeros.
Intentando intimidarles y con un trato poco cordial, la verdad, nada fuera de
lo esperable. Hay que reconocer, que hubo un momento en que los acontecimientos
nos desbordaron y no supimos reaccionar lo suficientemente bien. La policía
consiguió parte de sus objetivos, nos intimidaron un poco. Por ello, tuvimos que
volver al lugar de reunión.
Después de un repensamiento de la situación,
ya que la ciudad se había convertido en un lugar fantasma donde sólo había
coches de policía uniformada y policía secreta. Nos autoconvencimos de que no estábamos haciendo
absolutamente nada que tuviéramos que esconder y por lo tanto, un grupo de
nosotros volvió a salir a la calle, con la intención de terminar su cometido y
pegar todos los carteles. No sabíamos si podría causarnos una sanción
administrativa, lo único que podíamos hacer, era ser absolutamente escrupulosos
con dónde pegábamos los carteles. Y así fue.
Volvimos a salir del local donde nos encontrábamos
y a los dos metros de la puerta, un coche de la policía nacional de incógnito (coche de la secreta) comenzó a
seguirnos, sin ningún tipo de pudor. Estuvimos alrededor de hora y media o dos
horas, pegando carteles. En todo momento tuvimos uno o dos coches de policía,
siguiéndonos a nuestro paso, para ver qué pegábamos y dónde, o sí hacíamos algo
más.
Ante todo lo que está pasando y después de lo
vivido estos últimos tiempos en general y en particular, la noche anterior a la
huelga, sólo me queda decir lo siguiente: (palabras mecánicas surgidas
directamente de la indignación y la impotencia).
Miseria o sueño.
“Seguimos
atrapados en la miseria de la historia que nos ha tocado vivir. El mundo que
nos vendieron se hunde y nosotras queremos romper y dar la vuelta, para luego
crear y reponer. Somos luchadoras en un mundo desclasado, donde ya, nada tiene
identidad. Nos despertamos roncas de gritar en las madrugadas, de reír y
llorar, pero nos despertamos. No tenemos miedo a continuar con nuestra práctica
cotidiana. A resistir las miradas y los comentarios jocosos, respondemos a los
insultos y a las agresiones. No nos resignamos a claudicar al modus vivendi imperante.
Queremos transformar lo intocable, queremos renacer de los escombros de esta
sociedad podrida. Seguiremos soñando en un mañana, pero no nos conformaremos
con pensarlo. Trabajaremos día a día para conseguirlo. No tenemos miedo, no tenemos
complejos. No hemos elegido su forma de entender y no queremos compartirla.
Estamos seguros de la existencia de otros modos de organización y utilización
de los recursos. Queremos experimentar otras maneras de relacionarse, otras
formas de crear y aprender. Algunos nos llaman utópicos, otros delincuentes.
Desde los medios de comunicación y de formación, únicamente nos ignoran. Pero
estamos aquí y pensamos seguir creciendo. La policía nos reprime, una
confirmación más de que vamos por buen camino. La partida está dictada y
nosotras tenemos muy claro cuáles deben ser nuestros movimientos. Nos veremos
por el camino con una sonrisa en la cara y con la cabeza bien alta”.
Quiero dar un abrazo grande, a los compañeros
que estuvieron esa noche conmigo y que seguramente, estarán muchas más. También quiero
dar un abrazo grande a la persona, que sin saberlo, acompañó mi mente y mi alma
haciéndome estar más tranquilo.