Oscuras y lóbregas cavernas
fueron mi hogar
mientras sudaba la sangre
que da de beber al occidente hipócrita.
Niño minero y niño soldado,
crecí cavando hacia el
infierno entre gritos de fusil.
Vengo del país de los
gorilas
y al igual que ellos vengo
muerto por la fiebre del coltán.
La infancia en esta tierra
está en peligro de extinción,
como lo está la vida de los
grandes simios
y la de sus montañas
nubladas.
El Mundo ha estado ciego
durante una década
a una guerra de patio trasero,
con mil tumbas diarias.
Un adiós cada cinco minutos.
Ríos de lágrimas de madres.
Ríos de niñas violadas.
Masacre de pueblos indígenas.
Miseria de Europa que
silencia y maquilla.
Uganda y Ruanda,
dos mercenarios pagados por Comunidad
Internacional
para expoliar el corazón de
la roca de nuestras selvas salvajes.
¡Tanta codicia asesina!
Codicia extranjera que
exprime
a un pueblo hasta que
desfallece
trabajando como esclavo.
Siempre vigilado por hombres
armados
que escupen todo indicio de
dignidad.
Huyo, huyo hacia un
campamento
y cuando llego, ya no hay
nada.
La enfermedad puebla las
caras
y el miedo es una constante
en las noches de la vida
desolada.
Vagabundos de la esperanza
buscamos la calma en cada
mirada
y cada castigo se recibe con
balas.
Congo
Un país rico y un país
pobre.
Un país que esculpe en la
roca
esperando entre vergüenzas
su justa venganza.