El Capitalismo, el Estado y el patriarcado son el gran problema de nuestro tiempo.
Lo realmente peligroso de esta situación, es que nuestras vidas y la de todos
los individuos de la Tierra, se ven afectadas por ello. Desde
las acciones más relevantes, como el manejo de los medios de producción, a las
situaciones cotidianas más sencillas. De ahí, la necesidad de un análisis
crítico profundo, no sólo de la realidad que nos rodea, sino también de
nosotros mismos.
Después
del análisis, las actuaciones a llevar a cabo, deben salir desde dos
perspectivas o modos de actuación diferentes. La primera, debe ser una lucha
individual, en la que rompamos radicalmente con el modo de vida que llevamos.
Así podremos empezar a pensar en el fin de la sociedad de consumo y en el
patriarcado. Sin una crítica profunda a nuestra forma de vida, encuadrándola en
la situación geopolítica que nos encontramos, la revolución no será posible.
La
segunda, debe ser una lucha colectiva y debe surgir siempre de manera
horizontal. Al margen de estructuras fijas como sindicatos o partidos, teniendo
como punto de partida el grupo de afinidad y una conexión entre distintos
grupos, en forma de red. Esta parte de la lucha, no debe de ser para tomar el
poder, sino para destruirlo. Tampoco debe ser para pedir pequeñas concesiones
en forma de reformas o mediante elecciones. Así no se consigue un cambio desde
la raíz. Retocando un sistema cruel y asesino, no se soluciona el problema. El
problema es el sistema mismo y como tal, hay que acabar con él y crear uno
nuevo.
Desde
nuestro punto de vista, no vale para nada exponer teorías complicadas y alejadas
de la realidad, como pueden hacer algunos intelectuales, que si bien cuentan
cuentos bonitos, son difíciles de llevar a la vida actual. La contestación al
sistema, debe salir tanto de la reflexión sobre teorías ya escritas y
practicadas, como de la práctica cotidiana. Sólo combinando teoría y práctica
seremos capaces de entender los problemas que tenemos y así además, tendremos
el bagaje para solucionarlos.
Somos
conscientes, que la situación que tenemos en el Estado español, sólo forma
parte pequeña de un entramado mucho más grande. El Capitalismo es un sistema
global y como tal hay que entenderlo. Por lo tanto, no valen de nada las
posturas reformistas y socialdemócratas que intentan retroceder a los tiempos
de bonanza de nuestro país. La sociedad de consumo a la que hemos llegado,
además de habernos alienado y habernos sacado de nuestra vida política. Se ha
conseguido, asesinando a personas de la otra parte del mundo y esquilmando los
recursos. Por lo tanto, no vale de nada las protestas para pedir trabajo, o
exigiendo una economía sostenible con el medio ambiente. Estas luchas se quedan
en el tintero, puesto que no cuestionan el problema en sí. El origen del daño, sigue
siendo el mismo, tanto en España, como en China, como en Camerún. La diferencia
está en cómo se manifiesta en cada lugar. Sólo saliendo del Capitalismo como forma de
producción y gestión, podremos empezar a pensar en una vida digna, no sólo para
los europeos sino para el resto del mundo.
Entendemos
que la sociedad en general y los individuos en particular, deben apropiarse de
su vida política. Deben ser conscientes de lo que significa gestionar sus
propias vidas, para evitar delegar y crear vanguardias. Éstas, no llevarían a
otro puerto que a repetir el modelo de dominación, pero bajo formas distintas.
Por eso mismo, nos parece fundamental, tanto la información, como la formación
de las personas. Sólo compartiendo las enseñanzas podremos ser realmente
libres, salir así de la ignorancia profunda en la que han sumido a la sociedad.
Han monopolizado el conocimiento y tenemos que liberarlo y ponerlo en manos de
las personas.
Por
último, expresar lo que entendemos por revolución. La revolución no es un
momento fijo en el que se le quita el poder a la clase dominante. No. La
revolución es un proceso, que empieza hoy y terminará el día que el ser humano
se haya emancipado. Se haya liberado del poder que le esclaviza, tanto desde
fuera de ellos, como en el interior de sus mentes. En este proceso caben todo
tipo de actuaciones que sirvan tanto para destruir el modelo existente, como
para crear uno nuevo. No habrá fin de la explotación dentro de este sistema,
por ello, seguiremos diciendo que para construir una forma de vida justa, hay
que destruir lo que la hace imposible: el capitalismo, su herramienta de
dominación, el Estado y el patriarcado cómplice.
Publicado en Reeditor.com