Desamparado, perdido
enamorado, triste,
sincero y avaro.
Amargo y dulce,
serio y extraño,
acogedor, agradable
y compañero.
Truhán, loco y pendejo.
Afortunado, grandioso y eterno.
Humilde, bueno,
pequeño y travieso.
Romántico, sensible,
vivo, ardiente
y completo.
Así es como me siento,
contigo así me recuerdo.
lunes, 23 de enero de 2012
domingo, 22 de enero de 2012
Mendigo
Es difícil andar
si se ignoran
las vueltas del camino,
si se duda
la firmeza del suelo que pisamos,
si se teme
que la vereda verdadera
haya quedado atrás,
a la derecha
de aquellos pinos...
(... o quién sabe
si perdiéndose en otra primavera,
hace tiempo
cuando una
cálida brisa me empujó hacia el sur
y yo pensé:
"el viento quizá sepa",
y uní a él mi destino,
y seguí andando,
y llegué hasta esta orilla
de mi vida
en donde
-después de tanto esfuerzo-
me he sentado
a recibir
lo que los transeuntes quieran darme.)
- Una sonrisa para este vagabundo,
caballero.
- Dejad en mis pupilas,
bondadosa señora,
algo de la belleza y de la luz
que hay en vuestra mirada también triste
Lo que los transeuntes quieran darme.
Ángel González
viernes, 20 de enero de 2012
Suspendido.
Me encuentro otra vez,
suspendido en la cuerda floja,
ni para atrás, ni para delante,
sin nadie que me recoja.
Vagabundo en este desastre
solo, caminando por las calles,
sin querer detenerme,
sin querer detenerme a mirarte.
A veces me gustaría
ser de entre todos
la piedra más fría
y no este amasijo de sentimientos,
que sólo puedo volcar
escribiéndolos
y a veces, ni eso.
Ser cemento, madera o hueso.
Inerte y recto
Ser inconsciente,
de lo que es querer a los vivos,
de lo que es querer a los muertos.
Pero me conozco y no puedo.
Por más que intento ahogar
lo que me corre por dentro
sólo consigo posponerlo.
Mis sentimientos están vivos
y tú eres responsable de ellos.
Aunque viva en un mundo insípido,
jamás renunciaré a tenerlos
porque son los que me hacen ser
un hombre fuerte,
mientras lucho por ellos.
Aunque por dentro tiemble
como si fuera un niño pequeño.
suspendido en la cuerda floja,
ni para atrás, ni para delante,
sin nadie que me recoja.
Vagabundo en este desastre
solo, caminando por las calles,
sin querer detenerme,
sin querer detenerme a mirarte.
A veces me gustaría
ser de entre todos
la piedra más fría
y no este amasijo de sentimientos,
que sólo puedo volcar
escribiéndolos
y a veces, ni eso.
Ser cemento, madera o hueso.
Inerte y recto
Ser inconsciente,
de lo que es querer a los vivos,
de lo que es querer a los muertos.
Pero me conozco y no puedo.
Por más que intento ahogar
lo que me corre por dentro
sólo consigo posponerlo.
Mis sentimientos están vivos
y tú eres responsable de ellos.
Aunque viva en un mundo insípido,
jamás renunciaré a tenerlos
porque son los que me hacen ser
un hombre fuerte,
mientras lucho por ellos.
Aunque por dentro tiemble
como si fuera un niño pequeño.
martes, 10 de enero de 2012
¿Sabemos lo que queremos?
Muchas de las personas con las que hablo a
diario, rápidamente contestarán que no.
Esta reflexión me surge a raíz de las diarias
conversaciones que tengo en mi entorno. Quiero dedicársela a esas personas
que conmigo comparten discusiones y conversaciones. Sin ellas, la lucha sería
mucho más triste y mucho más dura.
Intentaré contestarme a la pregunta, sin
pretender dar mi opinión cerrada. Mi postura al respecto, seguramente mañana
habrá cambiado y casi seguro también, habrá vuelto a cambiar pasado. Tampoco
intentaré responderle esta pregunta a nadie, si alguien quiere leer el texto y
le es útil, estupendo, estaré encantado por ello, pero no me encuentro
capacitado de dar consejos a nadie. Quiero que este punto quede claro.
Alguien me dijo una vez, que si realmente
quisiéramos cambiar el mundo, ya lo habríamos cambiado. No sé si esta
afirmación, se refería a toda la humanidad, o simplemente a la gente que
pensamos o decimos que queremos cambiarlo. Me centraré en el segundo tipo de
personas, que creo me toca más de cerca y que además, por el simple hecho de
pensar o hablar sobre estas cosas, ya tienen una responsabilidad sobre las
mismas.
Sinceramente debemos de reconocer, que para
nada hacemos todo lo que está en nuestras manos. No voy a enumerar la cantidad
de dificultades que tiene una vida de lucha, ya que son infinitas y además, sobran para lo que quiero decir. Debemos de ser conscientes, que una vida
reivindicando puede hacer infeliz a una persona. Para nada creo que se le pueda
pedir eso a nadie. De hecho, creo que no es bueno tampoco exigírselo a uno
mismo, aunque me gustaría elogiar a la gente que así lo ha hecho. Aún así, todavía quedan muchísimas cosas que
podemos y debemos hacer, y no hacemos. (A este apartado podría ponerle muchas
comillas. Sí creo, que en determinadas circunstancias, vale la pena arriesgar tu
vida y tu libertad por intentar conseguir una realidad distinta. Solamente expongo
mi forma de pensar hoy, con mis circunstancias actuales)
Alguna vez ya he dicho y escrito, que para mí, la lucha consiste en dos procesos conjuntos y que en mi opinión, de nada sirve
el uno sin el otro. Uno de ellos y creo que es en el que la gente más trabaja,
es la contestación a las injusticias que se presentan. Por poner un ejemplo
simple, cuando se aprueba una ley injusta y hay movilizaciones o cualquier otro
tipo de actuación, que exprese disconformidad con lo acontecido. Pero hay otra
más, que la gente olvida a menudo, es la creación de una alternativa al sistema.
No debemos ser ingenuos y creer que en un sistema tan fuerte como el
Capitalismo, vamos a podernos salir de él, sin destruirlo primero. Pero sí debemos de ser conscientes de que hay mucha gente que vive cuasi al margen y no
le va mal. Es decir, no vale de nada que una manifestación reúna miles de
personas en la calle, si después esas mismas gentes, vuelven a sus casas y
siguen haciendo su vida como antes. ¡Claro! Seguramente, sea mucho más
satisfactorio salir a la calle con otras doscientas mil personas, pero eso sólo,
no vale. Como tampoco creo que valga, en mi humilde opinión, recluirse en algún
lugar remoto de la Tierra y olvidarse de la realidad que sigue siendo injusta
para otros.
La clave por lo tanto, es si hacemos todo lo
que está en nuestras manos. La respuesta es sencilla, no. Creo que debemos
aprender a renunciar a muchas cosas, creo que debemos ser capaces de cambiar
nuestra mente primero, algo que ya es muy difícil, pero que es infinitamente
más fácil que cambiar el sistema entero.
El verdadero problema, no es que nosotras/os
estemos dentro del sistema, el problema principal, es que el sistema, se
encuentra inserto en nosotras/os mismas/os. Para poder acabar con la concepción
del mundo que durante años se nos ha ido inculcando, no queda otra que pararse
a pensar y cuestionar todo, absolutamente todo lo aprendido. No pido que nos
volvamos locos/as, pido que reflexionemos y por tanto, leamos sobre las
alternativas que han planteado y plantean, diferentes colectivos, a lo largo de
la historia y en lo ancho del mundo.
Debemos empezar pues, por pensar en nuestra
forma de consumir, nuestra forma de aprender y de enseñar, nuestra forma de
relacionarnos con los demás, el modo en que desarrollamos nuestra sexualidad,
debemos plantearnos cómo luchamos contra el sistema, preguntarnos si somos
capaces de autogestionarnos más de lo que lo hacemos en la actualidad, imaginarnos
otra forma de trabajar, otra forma de pensar, otra forma de comunicar. Debemos
cambiarnos a nosotras/os mismas/os. Sin un análisis serio de a dónde vamos y
qué queremos, nuestra lucha no tendrá sentido. Ahora bien, creo que esta reflexión
debe ser en solitario. Seguramente, sea muy positivo leer y escuchar a gente
que haya vivido experiencias de una sociedad diferente, o modos de producción, o
alguna de las cosas que hemos mencionado antes. Pero ante todo, la reflexión
debe ser en solitario, nada ni nadie, nos puede coaccionar en nuestro trabajo
de cuestionarnos a nosotros/as mismos/as.
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