Se acerca el día de los
trabajadores y no puedo controlar las náuseas profundas que me
entran. Después de tantas luchas, tantas muertes y tantos esfuerzos,
vivo en un país en el que conseguir un trabajo parece misión
imposible. El derecho al trabajo se ha convertido en el lujo de la
precariedad. Un dirigente europeo de cuyo nombre no quiero acordarme,
en un programa de cualquier canal basura del cuarto poder, dijo: ”acostúmbrense a paro o precariedad”. Lo que el caballero
quiso decir era que nos acostumbrásemos a la desesperación o la
esclavitud, pero se vio obligado a utilizar eufemismos.
En un mundo paralelo,
nuestros amigos de los sindicatos mayoritarios y alguno más (de cuyo
nombre tampoco quiero acordarme), ya se están planchando sus mejores
trajes para el día de festejo de la clase trabajadora. Siento una vez
más que mis compañeros/as de base de esas formaciones puedan
sentirse ofendidos por lo que aquí pueda escribir, pero las náuseas
siguen aumentando. Ese día, las cúpulas sindicales saldrán todo
engalanadas con sus banderolas, a celebrar el evento, mientras año
tras año, han sido cómplices de esta situación en la que vivimos.
Disculpen si les asusto, pero les deseo a todos ustedes que ese día
les llueva o quizá, que cargue la policía de forma brutal. Repito,
no contra las bases sino contra los dirigentes de primeras filas. De
todas maneras, no se preocupen, sé, al igual que ustedes, que eso no
ocurrirá, pues cumplen de maravilla la función para la que fueron
encomendados. Distraer a las masas con paseos, mientras el conflicto
social sigue diluyéndose en sus mentes.
Ese día, Señores del
Desastre, ustedes saldrán a la calle con sus panfletos a cacarear
contra un gobierno también cómplice de la estafa. Pero saben mejor
que nadie, que el problema central no es el gobierno en sí, sino en
manos de quién están los medios de producción. El problema también
se encuentra en cómo manejan esos medios, a quién hacen esclavos
para ello y cuáles deben ser los beneficios para los capitalistas.
Pero claro, salir a la calle diciendo esas cosas, resulta imposible
para ustedes, pues son beneficiarios de las migajas que les dejan. Y
ya se sabe lo que dice la sabiduría popular, no tiren ustedes
piedras sobre su propio tejado.
Ese día que ustedes
celebrarán con la boca llena de palabras bonitas, seguirá
aumentando el número de parados y los que consigan trabajo, estarán
más cerca de las condiciones laborales del siglo XIX que las que
corresponden con la fecha. Ese día seguirá aumentando la
desesperación para la clase obrera y ustedes estarán tomando cañas
después del paseo.
Afortunadamente, todavía
hay trabajadores/as que no han perdido la conciencia de clase y que
en esa jornada no celebrarán nada. Saldrán a la calle una vez más
a jugarse la vida y la libertad, para intentar no perder las últimos
resquicios que quedan de lo que consiguieron luchando sus
antepasados. Pero a ustedes lo de jugarse nada, les queda
lejos pues son engranajes de la misma máquina.
Señores de la Miseria,
ese día no nos veremos las caras pues sus banderas y sus trajes, les
impedirá ver a los que estaremos, como cada día, en la cuerda
floja. Luchando por un futuro que nos han hipotecado y que no
pensamos regalar sin perder los dientes como resultado.
A todos/as los
trabajadores/as que quedan con dignidad, les mando mi más cordial
saludo y un cálido abrazo. Recuerden que después de la tormenta
siempre sale el sol. No serán capaces de matar nuestra fuerza, pues
su cobardía se lo impide.
¡Salud y revolución
social!
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