Sigamos volando, sigamos volando,
sigamos volando y dejémonos trasladar a otras realidades donde nuestros pies no
se engarcen en los relieves de la superficie. Y miremos a lo lejos, dejemos que
el sol nos dé en la cara y sigamos, sigamos caminando hasta que lleguemos a ver
el final. No tengamos miedo a vivir, con sus penas, con sus heridas, con sus
rumores, con enemigos, con violencia. No tengamos miedo a soñar más allá de la
mediocridad, porque nos queda eso, una vida de verdad, no un envase de plástico
rodeando a nuestra angustia vital. Es muy fácil vivir cabreado, es muy fácil
renegar de nuestro mundo y no ser capaz de echar una sonrisa. La luz que
refleja en los labios sonrientes, puede y debe darnos en la cara, pero sólo
será si la dejamos. Dejemos de ser grises, seamos violetas, morados, rosas,
verdes o colorados. Respiremos hondo y sepamos apreciar los aromas tostados,
los sabores amargos, y los sonidos estridentes, porque de ellos creceremos. De
la suavidad disfrutaremos, de los riscos punzantes, sacaremos migas de pan que
nos darán de comer. La normalidad es plana, seamos raros, estrambóticos, seamos
curvos y complejos. Seamos diversos en nuestro desarrollo, porque aprenderemos
a respetar. Sublimemos lo cotidiano. No renunciemos a arriesgarnos, porque
entonces acataremos todas y cada una de las normas impuestas y nos tendrán
atados. Atados y maniatados a su esfera.
Yo salto al vacío, aunque debajo
no vea nada, porque quedarme quieto me ahoga. ¿Saltas conmigo?
Ojalá tengamos agujetas en las alas de tanto voooolaaarrrrrrrr*
ResponderEliminarEstoy seguro de ello. En Segovia me parece que tenemos mucha gente con arte que vuela. Así que a volaaaar
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