Te
encuentras en mi corazón, no en mi cuerpo.
¿Cómo
voy a dejar de amarte
aunque
roce otras carnes?
Te amo,
y precisamente por ello,
no
quiero tenerte sólo para mí.
Si tú
disfrutas, soy incapaz de quitártelo.
Tu
alma, la mía, la de ellas y ellos,
son
grandes tesoros incapaces de ser encerrados.
Los
sentimientos se tienen, por más que el cerebro quiera matarlos,
por
ello, yo no te pediré plástico.
No seré
capaz de condenar tu cuerpo,
de
pensar que soy dueño de ti.
Tus
labios, tu sexo, tu mente,
son
tuyas y sólo tuyas
y
sabrás cómo gestionarlas.
No soy
yo, dueño de nadie,
No soy
yo, quien quiera ahogar los ardores del deseo.
Créeme,
no
quiero que tengas que mentirme
por
creer que estás traicionándome,
cuando
tu único pecado ha sido,
disfrutar
de lo disfrutable.