Mi palacio de cartón, es todo lo que yo tengo
en el valle lágrimas, de la ciudad entierro.
Las botellas son las flores, las ratas la esperanza,
las jeringas, los juguetes de los niños en la rambla.
La mañana empieza el día,
por el valle encrucijada,
¡cuántos cuerpos van sin alma!
La heroína los reclama.
Tengo yo que reunir dinero,
para luego cabalgarla.
Don Benito me la vende
se ha cansado de fiarla.
Me atropello la ciudad
buscando en la basura,
pidiendo a las señoras
dos monedas con ternura.
Por la tarde acaba el día,
el mono me suplanta
son las horas de agonía,
mis ganas de vivir se marchan.
Desciendo el camino a la selva acartonada,
los fuegos fatuos me siguen
en bidones con guitarras,
las farolas ya son rotas
los cristales no se apartan.
Don Benito allí me espera
con su sonrisa en la cara
- ¡Manuel, buenas tardes!
¿Ya vienes a buscarla?
Te acabará matando, me dice,
me la vende más barata.
No molesto, ni en mirarle,
la gomina de su pelo
me da arcadas.
Vuelvo al palacio de cartón
donde las ratas me guardan,
aquí acaba mi día
¿Qué pasará mañana?
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