Entre
naufragio y naufragio quiso despertar
el niño
que se hizo hombre.
Caminó sobre rocas mirando al horizonte
pensando
que cada corte, la recompensa traería.
Voló,
soñó e hizo lo que se le pedía.
Cada
noche se ahogó, con barca de alegría
y anunció
los disparos,
aquellos
que el fuego trémulo
escondía
en el silencio
y que
más pronto que tarde,
de la
esperanza germinarían
Y cada
noche se ahogó…
Cada mañana
despertó con fuerza
y recuperó
el tramo,
arrebatado
por la corriente, que avanzar impedía.
Enmudeció,
se hizo sordo
y ciego
a las tropelías .
Esculpió
la madera noble, que barcos de lores
describieran
sensaciones
y osadías
por rutinas.
Así
pintó sus delirios
dibujando
la realidad que él quería.
Transformó
su cuerpo en personaje
y añadió
recuerdos con colores,
y alivió
melancolía.
Pero cada
trazo plasmado,
bebido de
ilusión desmedida,
se golpeaba
a cada instante
con las
olas que el mundo traía.
Despegándole
poco a poco
de la
búsqueda del cofre
y hundiéndole
en islas podridas.
¿Consiguió
el muchacho construir,
con sus
lienzos y sus líneas,
un buen
galeón
que al
otro lado de Poseidón
le otorgase
vida tranquila?
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