Podría
decir muchas cosas,
cuando
me preguntan por qué soy un poeta triste,
pero
todas ellas se resumen en una,
para
poder sonreír.
En esta
historia narrada por cuatro
y
aplaudida por más de mil,
algunos
tenemos que buscar armadura y espada,
para
poder sobrevivir.
Soy una
persona alegre, por eso mi poesía es triste.
Si se
me quiere sentado en una butaca, postrado,
dispuesto
a aplaudir,
me
niego desde lo más profundo de mi alma.
No
compré la entrada, ni elegí palco, ni foso, ni nada.
Cientos
de acomodadores custodian el escenario
y el escarnio es difícil de impedir,
y el escarnio es difícil de impedir,
y aún
así morimos intentándolo, buscando porvenir.
Una
obra nueva, maestra, sin actores ni expectantes,
sin
dramaturgos tunantes,
sin
clientela estéril.
Pero el
chaparrón cotidiano no deja de humedecer,
no cesa
con su ponzoña
e inunda
ocaso y amanecer.
Así que
algunos tendremos que seguir escribiendo,
para soportar
el teatro-burdel,
y mientras
tengamos los pedazos rotos escritos,
la
oscuridad, no nos hará palidecer.
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