La chispa, esa inercia concentrada en los
parajes más escondidos de las grandes urbes, allá, en primera línea de fuego o
quizá en pequeños reductos rurales, no claudicantes, retumba en su despertar.
Rugiente, el rumor constante de la desazón se manifiesta como expresión del
arte, entre tinieblas prohibidas y luces tenues. Siempre, claro está, al calor
de la madrugada. Aplaudo y deseo ensalzar cada una de estas explosiones
actuales que surgen como contestación inconformista.
Cada vez más espacios, debido a la
marginalidad a la que nos vemos sometidos, se producen fuera del ojo dominador,
que todo manipula y muta a su antojo. Esas pequeñas hogueras en la oscuridad
profunda, esas estridencias en lo plano, son las barricadas de expresión del
siglo veintiuno. Para nada hablo de conformarse con hacer “performances” en lugar de
quitarle el poder a los Generales del Desastre, pero si cada antorcha quema y
a la vez es reprimida, es porque sus brotes, son espinas más agudas de lo que
la élite cuadrúpeda puede consentir.
La falta de entusiasmo creado se transforma
por lo tanto en agitación intelectual. Efervescencia de ideas, de acción.
Mezcla de estilos que pretenden explotar y romper lo impuesto, pero también
crear suavidad dónde ampararse. Ese mundo paralelo, que otorga lo mágico. Ese
pequeño habitáculo, donde todo artista, se relega para estar cómodo.
Cada sentimiento plasmado, cada reflexión
trazada, se hacen cuchillas que rompen y rasgan el aparato de ignorancia o
mejor dicho, de fabricación de ignorantes. Pero, si esas muestras se producen
en los rincones, en los huecos, dónde peor llega la escoba del sistema,
entonces el arte se transforma en acto revolucionario. Si es que alguna vez, dejó de serlo. No es cuestión, ni mucho menos, de afirmar que esa
transformación de ideas haya surgido conscientemente como una confrontación, al
igual que en los años veinte, el swing era
bailado por muchos, simplemente por alegría y diversión. Lo que sucede es, que en
medio de la tiranía y en una contextualización social dada, cada acto de color,
se transforma en bomba lapa, que lentamente mina, el analfabetismo ideológico.
Pues bien, he aquí la grandeza de los suburbios
creadores, siendo quizá algunos, cloacas de la gran máquina, se convierten en
baches en el camino trazado. Así, debo complacerme por cada idea comunicada con
una estética determinada, pues a día de hoy, es lo que más tambalea a los
uniformes poderosos. Cada sueño en cada línea, una esperanza.
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