martes, 26 de abril de 2011

Ardor.

Lo único que me salva
de una quema amargada
son los versos que se impregnan
en estas hojas blancas.

No consigo quitar el dolor
de mi pecho mal herido,
por más que intento, no puedo
olvidarme tus latidos.

La soledad me gobierna
vapulea mi carácter
irascible me convierte
transformándome en cadáver.

No quiero estar solo
ni tampoco acompañado,
no quiero la ciudad
pero tampoco quiero el campo.

Ardor, ardor que me quema.
Ardor, ardor que me mata.
No duermo ya ningún día
sin despertarme de madrugada.

Afortunado soy porque tengo,
mis hojas, mi pluma y me suelto
es el único suspiro
 que me saca del tormento.
                       

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