sábado, 31 de marzo de 2012

Miseria o sueño.


Estas palabras me surgen a raíz del acoso constante que vivimos la noche anterior a la huelga. Relataré un poco los hechos. Pero sólo un poco, lo que me interesa es sacar de dentro los sentimientos que quedan dos días después de aquello.

Los hechos demuestran el Estado policial en el que vivimos. Salimos el miércoles por la noche, un poco antes de que dieran las 00h, con la intención de pegar unos carteles a favor de la huelga. A los pocos metros de salir de nuestro lugar de reunión, tuvimos un percance con el primer coche policial que identificó a varios de nuestros compañeros. Intentando intimidarles y con un trato poco cordial, la verdad, nada fuera de lo esperable. Hay que reconocer, que hubo un momento en que los acontecimientos nos desbordaron y no supimos reaccionar lo suficientemente bien. La policía consiguió parte de sus objetivos, nos intimidaron un poco. Por ello, tuvimos que volver al lugar de reunión.

Después de un repensamiento de la situación, ya que la ciudad se había convertido en un lugar fantasma donde sólo había coches de policía uniformada y policía secreta.  Nos autoconvencimos de que no estábamos haciendo absolutamente nada que tuviéramos que esconder y por lo tanto, un grupo de nosotros volvió a salir a la calle, con la intención de terminar su cometido y pegar todos los carteles. No sabíamos si podría causarnos una sanción administrativa, lo único que podíamos hacer, era ser absolutamente escrupulosos con dónde pegábamos los carteles. Y así fue.

Volvimos a salir del local donde nos encontrábamos y a los dos metros de la puerta, un coche de la policía nacional  de incógnito (coche de la secreta) comenzó a seguirnos, sin ningún tipo de pudor. Estuvimos alrededor de hora y media o dos horas, pegando carteles. En todo momento tuvimos uno o dos coches de policía, siguiéndonos a nuestro paso, para ver qué pegábamos y dónde, o sí hacíamos algo más.

Ante todo lo que está pasando y después de lo vivido estos últimos tiempos en general y en particular, la noche anterior a la huelga, sólo me queda decir lo siguiente: (palabras mecánicas surgidas directamente de la indignación y la impotencia).

Miseria o sueño.

“Seguimos atrapados en la miseria de la historia que nos ha tocado vivir. El mundo que nos vendieron se hunde y nosotras queremos romper y dar la vuelta, para luego crear y reponer. Somos luchadoras en un mundo desclasado, donde ya, nada tiene identidad. Nos despertamos roncas de gritar en las madrugadas, de reír y llorar, pero nos despertamos. No tenemos miedo a continuar con nuestra práctica cotidiana. A resistir las miradas y los comentarios jocosos, respondemos a los insultos y a las agresiones. No nos resignamos a claudicar al modus vivendi imperante. Queremos transformar lo intocable, queremos renacer de los escombros de esta sociedad podrida. Seguiremos soñando en un mañana, pero no nos conformaremos con pensarlo. Trabajaremos día a día para conseguirlo. No tenemos miedo, no tenemos complejos. No hemos elegido su forma de entender y no queremos compartirla. Estamos seguros de la existencia de otros modos de organización y utilización de los recursos. Queremos experimentar otras maneras de relacionarse, otras formas de crear y aprender. Algunos nos llaman utópicos, otros delincuentes. Desde los medios de comunicación y de formación, únicamente nos ignoran. Pero estamos aquí y pensamos seguir creciendo. La policía nos reprime, una confirmación más de que vamos por buen camino. La partida está dictada y nosotras tenemos muy claro cuáles deben ser nuestros movimientos. Nos veremos por el camino con una sonrisa en la cara y con la cabeza bien alta”.

Quiero dar un abrazo grande, a los compañeros que estuvieron esa noche conmigo y que seguramente, estarán muchas más. También quiero dar un abrazo grande a la persona, que sin saberlo, acompañó mi mente y mi alma haciéndome estar más tranquilo. 

martes, 27 de marzo de 2012

Cala perdida


La fecha se acerca, pero mi realidad es otra.  Antes atado, sufrido, estresado. Hoy vagabundo, trashumante y libre. Quizá hoy más triste, pero quizá no estoy seguro.

Los días pasan como si llenase una garrafa. Ayer rebosaba de conocimientos válidos para el mundo del trabajo. Hoy esa botella se ha derramado, se ha vaciado y ha volcado todo su contenido.  Sin embargo, mi vida hoy se llena de sentimientos, experiencias y por qué no, también de sabiduría. Pero esos aprendizajes no sirven para tener mejor sueldo, no se cuantifican en el mundo de hoy, no cuentan para producir. Es probable de hecho, que esos saberes me impidan encontrar un empleo, una vida parecida a la perdida.

Aquí en una roca, en una cala perdida, en algún lugar del mundo, yo me encuentro. Me encuentro sin saber donde estoy y sin preguntármelo demasiado. A veces me siento más acompañado que antes, a veces me siento más solo que nunca. Mi mirada sigue sumergida en esa tonalidad impertérrita que muestra indiferencia. Todo lo vivo por dentro, poco enseño hacia fuera. Los más agudos amigos, aquellos que te acompañan en las risas y en los turbios, son los únicos capaces de ver, la intensidad que palpita en mi seno.