martes, 27 de enero de 2015

Coltán

Oscuras y lóbregas cavernas fueron mi hogar
mientras sudaba la sangre que da de beber al occidente hipócrita.
Niño minero y niño soldado,
crecí cavando hacia el infierno entre gritos de fusil.

Vengo del país de los gorilas
y al igual que ellos vengo muerto por la fiebre del coltán.
La infancia en esta tierra está en peligro de extinción,
como lo está la vida de los grandes simios
y la de sus montañas nubladas.  

El Mundo ha estado ciego durante una década
a una guerra de patio trasero,
con mil tumbas diarias.
Un adiós cada cinco minutos.
Ríos de lágrimas de madres.
Ríos de niñas violadas.
Masacre de pueblos indígenas.
Miseria de Europa que silencia y maquilla.

Uganda y Ruanda,
dos mercenarios pagados por Comunidad Internacional
para expoliar el corazón de la roca de nuestras selvas salvajes.
¡Tanta codicia asesina!
Codicia extranjera que exprime
a un pueblo hasta que desfallece
trabajando como esclavo.
Siempre vigilado por hombres armados
que escupen todo indicio de dignidad.

Huyo, huyo hacia un campamento
y cuando llego, ya no hay nada.
La enfermedad puebla las caras
y el miedo es una constante
en las noches de la vida desolada.
Vagabundos de la esperanza
buscamos la calma en cada mirada
y cada castigo se recibe con balas.

Congo
Un país rico y un país pobre.
Un país que esculpe en la roca
esperando entre vergüenzas
su justa venganza. 

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