martes, 18 de junio de 2013

Escritos al sonreír


Podría decir muchas cosas,
cuando me preguntan por qué soy un poeta triste,
pero todas ellas se resumen en una,
para poder sonreír.

En esta historia narrada por cuatro
y aplaudida por más de mil,
algunos tenemos que buscar armadura y espada,
para poder sobrevivir.

Soy una persona alegre, por eso mi poesía es triste.

Si se me quiere sentado en una butaca, postrado,
dispuesto a aplaudir,
me niego desde lo más profundo de mi alma.
No compré la entrada, ni elegí palco, ni foso, ni nada.

Cientos de acomodadores custodian el escenario
y el escarnio es difícil de impedir,
y aún así morimos intentándolo, buscando porvenir.  
Una obra nueva, maestra, sin actores ni expectantes,
sin dramaturgos tunantes,
sin clientela estéril.

Pero el chaparrón cotidiano no deja de humedecer,
no cesa con su ponzoña
e inunda ocaso y amanecer.

Así que algunos tendremos que seguir escribiendo,
para soportar el teatro-burdel,
y mientras tengamos los pedazos rotos escritos,
la oscuridad, no nos hará palidecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario