domingo, 9 de noviembre de 2014

El Agua y el Fuego

El agua y el fuego, condenados a entenderse
Ella, tan pálida, fresca y deslumbrante
Bebiendo los charcos que dejó detrás el deshielo.
Acongojada por los cielos,
Turbulenta a veces y a veces calmada y con sosiego
Fría o distante,
Y con esa fuerza penetrante que moldea el Universo
Su paso al trasnochar cuando río,
O en océano eterno
Bebida yo te bebo, y eres la flor de mi vida
El riego de todos mis huertos
A tú paso otorgas color y rubor,
No hay nada que frene tus deseos.
Los peces son súbditos, los animales te buscan con anhelo
Las plantas forman selvas
Cuanto más dejas notar tu esencia.
Eres como la vida
Pero eres la muerte en tormenta
Peor que el veneno
Si te enfadan o provocan,
Si se cruzan en los caminos de los valles
Que durante siglos araste
Tarde o temprano vuelves, a reclamar el terreno
Gélido oleaje que rasga los cielos
Y cabalga entre nubes
Y acude,
Reclamada desde el profundo infierno.
Y qué decir de él
Del señor Fuego. Cálido y suave en hogar
Alma de lo humano, que promete prosperidad
Y acaricia nostálgico cualquier recuerdo
De los infantes queridos cuando volvieron del invierno
Cocina manjares y tuesta lo crudo hasta ponerlo tierno
El fuego,
La pasión de la calle
El silencio de los gobiernos
La esperanza de las noches
Que se escriben en versos
Una aspiración escrita siglo a siglo
Una leyenda contada en ancianos cuentos
La purificación de algunos
Superación divina para los necios
El centro de los sabios que piensan en corros
El terrible adversario al que todos tienen miedo

Condenados a entenderse
El Agua y el Fuego
Un sendero turbulento entre un amor

Y el penetrante carácter de sus sueños.

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